


Tras comernos nuestro primer kebab nos encaminamos hacia el Palacio de Topkapi,
donde los Sultanes Otomanos hacían sus necesidades. Visitamos unos cuantos
pabellones, reliquias, la cafetería y, por supuesto, el harem donde nos
sentíamos como en casa... :) No vivían nada mal estos tipos.
Más tarde, hartos de tanto sufrir fuimos a darnos un baño (turco,
claro) con masaje al hamam de Cagaloglu (vaya nombrecito). Nos dejaron
como nuevos, con las energías justas para vestirnos de moros e ir a
visitar la mezquita de Suliman, la más grande de la ciudad. Tras ello, una
cenita ligera en un patio la mar de acogedor, y para casa.
Qué bien vivimos...
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